Saturday, July 01, 2006

RALLANDO ZANAHORIAS.


La primera vez que me sentí adulto, estaba frente al fregador. La pluma estaba abierta, pero yo no estaba fregando: estaba rallando zanahorias. Una montaña de copos naranjas se erguían como nieve excéntrica, esperando a derretirse sobre el arroz hirviendo en la estufa a mis espaldas.

-------------------

The first time I felt grown-up, I was standing over the sink. The tap was open, but I wasn’t washing dishes, I was shredding carrots. A mountain of orange flakes sat on a deep-bowled plate, like eccentric snow, waiting to be dumped into the rice boiling on the stove behind me.

-------------------

Las zanahorias no le cambian el sabor al arroz –no mucho. Su función es más decorativa y subliminal: permite introducir pequeñas cantidades de vegetales a la dieta de un adolescente de catorce años. Lo cual, a mi parecer, siempre es requerido. Pero, lamentablemente, mi parecer no tiene mucha experiencia en esto.

-------------------

The carrots don’t change the rice’s flavor –not much. Their function is more decorative, and subversive: they allow for the painless consumption of healthy vegetables. Which is something a fourteen year-old boy requires, I guess. I’m mostly going by instinct here.

-------------------

Mis recuerdos de ser un adolescente de catorce años son un poco confusas, un poco oscuras. No recuerdo nunca haber sido un niño, normal, inocente –siempre me recuerdo como un adulto enano, una criatura modelando el saco y corbata de su padre. Serio, calmado, poseído de una distancia que se podía confundir por madurez. Por lo tanto, mis catorce años, me parecen no muy distintos de mis dieciocho, de mis veintitrés. Y aunque entiendo que eso no es posible, la imagen propia más icónica de mi niñez es un chico pequeño, flaco, sentado en su balcón mientras los otros chicos de su edad juegan futbol en la calle sin-salida. El flaco tiene un libro –una enciclopedia? Un tomo barato de Robinson Crusoe?- en sus manos, pero lo lee a medias. El resto de su atención sigue con cuidado el partido en la calle. Aquellos niños sudando, gritando, corriendo detrás de una bola como desaforidos. Recuerdo sentir una mezcla de superioridad, de ligero asco, de gratitud por no ser parte de ellos. Y de desesperación por serlo.

-------------------

My fourteen-year-old self is a fuzzy figure –out of focus. I don’t remember ever being a child-like child –all wide-eyed wonder and high-spirited glee. I was mostly a tiny adult, serious and distant, and filled with an uncontainable urge to roll my eyes at everything and everyone. In fact, my most persistent memory of myself as a child finds me on my balcony, reading a book –a present of my prescient grandmother, who always gave me books for my birthday- and following a rowdy game of soccer going on in the dead-end street below me. I remember being filled with contempt –all those stupid children, loud and sweaty, chasing after a ball as if it their lives depended on it- and with relief that I wasn’t one of them. But also with the yearning to be.

-------------------

Una de las únicas cosas que puedo recordar con claridad que me hacía sentir como un niño era ir de pesca con mi tío. Rafi es el hermano menor de mi mamá, el único varón en una retahíla de hermanas. De piel oscura y facciones caribeñas, lo opuesto a mi madre, con su piel translúcida y su delicadeza de muñeca de porcelana. Yo no veía a Rafi muy a menudo, pues nunca estaba en casa, nunca estaba en el país. Viajaba mucho, quizás era parte de la tripulación de un barco mercantil, pero yo solo recuerdo la fascinación que me causaba su vida exótica: una vez, le trajo a mi abuela un mamey de algún lugar distante y caliente –más caliente que el nuestro. Cuando Rafi está en casa, es causa de celebración: mi abuelo bebe el ron cuya botella parece un campana arrugada, y que normalmente permanece inmutable en la esquina derecha del bar, junto al cuadro que dice “Hoy no fío, mañana sí;” mi abuela prepara comidas que saben a hogar, todo masas y pasas, salsas y aceitunas, ensaladas de remolacha y zanahorias ralladas; y todas mis tías se engalanan, y actúan como adolescentes en presencia del guapo de la escuela, sonrientes, regalonas, y fáciles de sonrojar. Las reuniones familiares de los viernes se convierten en fiestas hechas y derechas: bailamos con más ganas, reímos con más ganas, y nos da más placer estar juntos. Para mi hermano y para mí, una cosa es segura, cuando Rafi está en casa, vamos a ir de pesca.

-------------------

Very few things made me feel like a child. But the ones that did are memorable: the fishing trips with my uncle. Tio Rafi wasn’t around much –I had some distant sense of him being a merchant marine, traveling the seven seas to exotic destinations, mingling with lives unlike our own. But when he is home, everything gets turned upside down in our family-life, every facet of it is rearranged to revolve around him, from the parties to the dinners to our everyday conversations. For my brother and I, having Rafi in the country means only one thing: we’re going fishing.

-------------------

La mejor manera de ir de pesca es ir temprano… bien temprano, más temprano que el amanecer. Tan temprano, que hay que pasar la noche donde Rafi. Mi mamá nos deja, como a las seis, en su apartamento –un lugar blanco y vacío, como una sala de operaciones, con los muebles más insólitos que he visto en mi vida (bloques de concreto y planchas de madera, lámparas de plástico) y el aire acondicionado bien frío. Casa de Rafi es el único lugar adulto donde mi hermano y yo podemos comer comidas viejas o McDonald’s en el piso, y en ese mismo piso dormir, en colchones prestados, sobre sábanas que huelen a alcanfor y guardado. Nos despierta Rafi para hacer emparedados de jamón y queso con mayonesa compuesta. La está noche entera todavía, en toda su oscuridad, las calles vacías, el rocío condensándose ante nuestros ojos. Al salir, Tony y yo llevamos puestos los jaquets que nunca usamos en el calor sofocante de cada día en Panamá, como turistas de un universo paralelo, y el orgullo infantil de romper las reglas legalmente –de estar despiertos cuando todos los demás, incluyendo nuestros propios doppelgangers de este universo de horas de dormir y pedir permiso, bajo cobijas y bajo abanicos de techo, duermen.

-------------------

Fishing days always started early –so early, in fact, that my mom would drop us off at my uncle’s house the day before. In that apartment, decorated in what I would now call “twenties-entry-position-vagrant” chic, but that back then was simply the most kid-friendly space of any of my relatives’ houses, we would eat junk food and leftovers, sitting cross-legged on the floor like tiny Indians, watch snowy television programs, and collapse onto mattresses laid upon bare floors to sleep. Short hours later, Rafi would wake us up, we’d make sandwiches, and step out into the humid night, like pioneers, explorers, who are slow to discover that the world doesn’t stop existing at bedtime.

-------------------

Frente al fregador, sumergido en el olor translúcido del arroz hirviendo, recuerdo estar enfermo, de niño. El agua de arroz, blancuzca y dulce, como una poción sutil y beneficiosa, acentuada con canela. El agua sigue corriendo en el fregador, y la montaña de copos color naranja crece bajo una nevada incesante. Hoy tengo responsabilidades –cocinar, limpiar un poco, tener todo arreglado; responsabilidades arbitrarias que yo mismo me he asignado. Y que por eso mismo debo cumplir.

-------------------

The water’s still running in the sink, and I’m still standing there, shredding carrots into a growing pile. It’s got to be done in time, before they arrive. It’s got to be ready. The soft bubbling of the boiling rice hurries me along, like over-polite drummers keeping the tempo. The contrast of the bright orange flakes against the water-stained wood of the cutting board beneath them fills my mind with an irresistible urge. I sink my nails into the mounds, crescent moons and then whole fingers disappearing under a shredded sunset. I burrow until my palms come to rest on the cutting board, and then stand there, wrist-deep, in silence, as the vegetable juice slowly begins to stain my skin.

-------------------

Primero hay que comprar carnada. Y en una tienda con pisos de madera mojada y hedionda a mar, un cubo de agua salada, lleno de pescaditos plateados. En el carro, tengo que mantener el cubo entre mis piernas, para no derramarlo –afuera, la luz del alba se esparce entre los árboles, como una gasa delgada y húmeda. Al borde del lago apacible, entre hojas gigantescas y filosas que se abalanzan sobre nosotros, me enfrento al único momento que odio del día –de cada día de pesca. Siento el movimiento desesperado en la palma de mi mano, los colazos epilépticos, mariposas furiosas. Siento asco, lástima. Una realización fútil de que el goce de unos casi siempre reside en la pena de otros. Mi tío me apura –“no seas pendejo, carajo… como hombrecito. Mueve.” Con un solo movimiento, que nunca será lo suficientemente rápido para ocultar la sensación del anzuelo afilado punzando escamas, penetrando capas sucesivas de carne y músculos, cruzando un ser vivo de ojo a ojo. Por un instante infinito, estoy seguro que voy a vomitar, y luego pasa. Respiro. Las mariposas en mi palma se resignan gradualmente y se van aquietando, hasta quedar por fin en un frío y absoluto silencio.

-------------------

The bait is the only part I hate about our fishing trips –the little fish swimming manically in the bucket, the epileptic death-throes of asphyxia as I hold them in my hand, and finally, the sickening sensation of plunging a sharp hook through scales and flesh and bone, the revolting resistance of the layered muscle, and the wet pop of punctured eyeballs. “Be a man,” gruffs my uncle, “just do it.” My brother mocks me. And I do it, as fast as I can, just to get it over with and get to the good part –the part where we cast our nylon lines into the still waters, and then slowly retrieve them, wrapping the thread around the wrinkled grape soda cans that serve as our reels. And we talk, and tell the kinds of jokes that are only dirty to a kid. And they pick on me, and I laugh, not caring, because, every once in a while, my uncle laughs and acts silly, and lets us pick on him too.

-------------------

El lago huele a mar bajo el sol del mediodía. La superficie tranquila se esquizofrenia a veces, siguiendo el flote elegante de los grandes barcos, que navegan sus aguas como prehistóricos pero apacibles monstruos. El calor nos aprieta en su abrazo sudoroso y salado. Con varios pescados al fondo del balde blanco de plástico, y horas enteras llenas de aburrimiento y risas, de cuentos de nuestras respectivas andancias, de burlas porque nunca puedo tirar la línea tan fuerte como debo, de emparedados con mayonesa compuesta, de silencios preñados de vida, llega la señal: “Vámonos, pelaos…” Y así como llegamos, pero en reversa, todo se acomoda de vuelta en el maletero del carro. Nos montamos. Ráfagas de brisa se colan por la ventanilla entreabierta. La energía de la anticipación ha sido reemplazada por la fatiga de la experiencia, y manejamos a casa sin prender la radio.

-------------------

It’s always Mom who gets the short end of the fishing stick. It’s her who ends up cleaning fish in our kitchen, while I make retching faces in the living room. My brother disappears upstairs to take a shower and then nap in the cold envelope of his air-conditioned room, while I stand here, looking at them drinking beer and talking, marveling at the easy way my uncle relates to his sister. They smile. They banter. My mother mock-complains, and her brother mock-apologizes. In his presence, my mother looks different, acts different. She seems younger, somehow… more relaxed, like someone who finally gets to let her guard down. And sitting there, surrounded by foul, fishy air, I memorize his mannerisms, the rhythm of his conversation, the emphasis in his words, for this is what a grown-up should be like: confident and careless, unafraid. And this is what I should be like. This is what I should grow up to be.

-------------------

Mi Tío Rafi se empina la botella de cerveza. Vacía y exhausta, la deposita sobre el counter que divide la cocina del comedor. Ser tío es como hacer turismo. El tío puede aparecer, multicolor y bullero, para asombrar, divertir, y ofrecer un modelo seductivo; y justo cuando se empiezan a cansar las cosas, cuando se caldean los ánimos infantiles –justo cuando ser padre revela su estado dual de gusto, y responsabilidad- en esos precisos momentos, el tío puede desaparecer. El tío no regaña porque su realidad es temporal, sus reglas excepciones. Con un solo movimiento fluido, abraza a su hermana, mi madre, y le da un beso en la mejilla. “Chao, negra,” aunque mi mamá es blanca como nieve recién caída. A mi me pide cinco –se los doy. “Chao, sobrinazo… despídeme de tu hermano… dile que es un maleducado. La próxima vez, nada más vamos tu y yo de pesca. Nadie más.” Y aunque esa excursión exclusiva nunca llegara, el privilegio de tenerla como una posibilidad es abrumante. Un abrazo fuerte y cálido, aromas de sal y colonia, ciudad y mar, y la abrasión leve de sus mejillas sin afeitar. Y tan rápido como llegó, se va, dejando atrás una estela efímera de esperanza: Este es un adulto hecho y derecho, y la prueba viviente de que ser adulto no tiene que ser una condena.

Puede ser una aventura.

-------------------

La primera vez que me sentí adulto, estaba frente al fregador. La pluma estaba abierta, y yo estaba fregando, después de rallar zanahorias. Una montaña de arroz bicolor –naranja y blanco- se seca, tapado, sobre la estufa a mis espaldas. Tocan la puerta.

The first time I felt grown-up, I was walking towards the door. Festive dinner, white and orange, colorful but simple, was ready on the stove. I opened the door, and there stood my brother, grinning. I smile. Walking up the softly-lit hallway, struggling under the weight of his overnight bag and his gear, is his fourteen-year-old son. My nephew.

Mañana, vamos fishing.

No comments:

Followers